sábado, 9 de junio de 2007

Alipio el escritor y su personaje catártico

No se bien como hace, pero el escritor del nombre improbable -Alipio Sinfin- se devuelve de la cama gosozo y feliz, contento porque como un vomito sin forma le va saliendo un texto, que sin meditacion de antemano, y con la tipica sudoracion tras las orejas, se larga a escribir la primera frase del texto que desde ya te digo sera inconcluso: "Carina-Mariana deja de ser quien era en el momento que se dio cuenta que de sus ojos no caia nada allí, sentada en el tren, estacion Milgero, rumbo al nordeste, primeros 3 minutos del viaje con duracion estimada 15 hs, 45 minutos" .
Se lo ve ojeroso pero feliz, lo que tiene no es solo un sonrisa de partido de futbol ganado, es un subtono en las formas de tocar las teclas y en el sonido chasqueante que producen.
A la máquina y a su escritura le pone todo su pasado;hay detras de Alipio un montón de historias que sirven de posibles comienzos, nudos y desenlaces; hay detras de Alipio Sinfin su historia desde su naciemiento en Maltecu, la crianza con los 7 hermanos y una hermana, la escuela a 10 km, el trabajo en el almacen y la espera del micro de vuelta.
Alipio sin fin dejara en su cuento-novela-ensayo-lo-que-sea todo su ser y su mirada a su pasado, con sus personajes transformados por la memoria inespecìfica.
Como todo escritor honroso su aspecto es execrable, la barba medio crecida medio recortada, y el pijama ajado por el roce entre los años y la sabana son los que lo acomplañan en esa triste ceremonia que consiste en escribir.

Se detiene.
"Recuerda entre ansiosa y resignada que la sombra que lleva puesta alguna vez fue de èl y no quiere recordar su nombre, (que suena a gran cicatriz y sangre húmeda todavía)."
Tiene hambre y no. Sigue escribiendo aún mientras el sol figura por detras su sombra sobre el cuadro de quinquela y la pared descamada de pintura. Sigue escribiendo y es como si cada tecla lo hiciera mas feliz, endereza la columna y por el momento su texto redacta:
"...-debo la vida de los cientos de peregrinos que cruzaron este puenta para que mi tren desembaracara el Oonkin. Levantar las maletas en ese puesto me resulto desalentador, pues no estaban mas livianas que antes y la vida misma no habia cambiado per se. 35 minutos mas tarde en llegar a la cede y ahora es cuando recien, previa ducha y cepillo de dientes, me dispongo a redactarlo-"
Cae por fin el mediodia
Hay en Alipio Sinfin un cambio que le sienta mal. En el texto se sabe leer "...-el almuerzo no existe en esta ciudad, la gente, llamada por ellos mismos knarin, pasea de 6 a 11 y luego duerme hasta el atardecer. La vida se vive entre la noche y la madrugada. Sin embargo en calidad de recien llegada tengo la sopa de sobre que traía y un sandwich que palaneo comer -mas por ansias que por el hambre que sin duda estaría justificado-. Hace mas de dos horas no pienso en lo que no debo pansar pero si lo estoy poniendo en este cuaderno quiere decir que en algun lado ha estado mi cabeza-"
Escribe con la mano derecha: en la izquierda sostienen un cigarrillo que debe su humo al encendedor que todavía tiene un nombre. El cigarrillo atrae por un momento la atencion, capta el aire de quienes lo miran y Alipio sin pensarlo ni fumarlo se pone peor; recuerda entre las tantas cosas un poema que sin èxito escribio a una mujer.
Alguien toca el timbre.
"voy a salir.

Sorprententemente el pueblo por cayado que parece tiene entre los knarin un aire de feria recién abierta que me sorprendió. Sin embargo no es el ruido lo que me resacata sino un eterna fila de lueces de colores que parece se extendiesen desde el infinito hacia la tienda de la esquina y de ahi al resto de los aterde-anocheceres. Yo, pero no sé si los demas, huelo en el aire pesado desde el olor a los hombres que caminan descalzos hasta el olor dulce y frito de los snaks (a los que aqui llaman firtutz). La ciudad, entera ella, esta ahora escuchando la banda que toca en el predio de la escuela."
Alipio Sinfin se ha distraido por este último suceso y le cuesta recomenzar la historia, le cae nuevamente la sonrisa que tenia apenas colgando de un hilo de baba a las orejas; tienen nuevamente un aspecto desganado y con las mismas ganas con las que se encuentra aprieta en el teclado de su computadora la letra L
"...-las etiquetas no siriven; sirven las partes de afuera: el tiempo que lleva a que una ropa se desgaste es lo que la hace mejor o peor; no tiene importancia la casa de donde viene y creo que ni la tela, puesto que la perdurabilidad de la ropa no es otra cosa que un factor enteramete intrínceco de ella misma.
Por mi parte no quiera que la regla cuente. Quiero que tenga algo que ver todo eso que no soy yo, la cascara: la familia, el hogar donde me crié, la ropa que tengo y los amigos que me llaman en mi cumpleaños. Pero una extraña sensacion me repite de vez en vez que las cosas no son como yo quiero y que el tiempo que perdure en cambiar, en gastarme y finalmete romperme contra algun arañazo de la realidad depende solamente en la pulpa de la naranja que vengo a ser yo.-"
Alipio está entre la espada y la pared, casi nos seinte los dedos, le duelen las articulaciones que cuelgan sobre las teclas, duele detras del cuello y por encima de las caderas.
No sabe salir a trotar pero la historia lo permite solo por hoy y sale con su jogging y su campera a dar una vuelta, y al cerrar la puerta se olvida del cuento-novela-lo-que-sea que estaba escribiendo pero no deja caer la imagen de Carina Mariana que lo mira desde la estacion Milgero con cara de puerta mal cerrada con sus ojos grices condecendientes y su boca que es una muralla. Y mientras piensa mas o menos claramente en Carina Mariana la ve bajando en alguna ciudad dichosa y olvidada con la remera rosa recien comprada y su vida casi nueva y de pronto la ve otra vez en un micro camino a otra ciudad otra vez con esa cara, la tez medio palida y sonrozada y sus ojos mirando a cualquier lado.
Cierra los ojos y el ruido de la ciudad con sus arboles humeados desaparecen, se mete de a poco nuevamente en la novela y piensa que escribe: ".. de que existe alguna posibilidad de no llegar a destino y que la historia cambie como siempre pasa al final de la novela pero Carina Mariana tiene sus espectativas, continúa leyendo, medio pensando en otra cosa, un libro usado de un autor local.
Entre ella y la ventana hay un par de dudas; tiene esa inconstante sonrisa típica que no nos deja caer en la seguridad de que va a hacer u buen negocio: va cambiar su vida matrimonial cíclica y repetitiva (como le gusta creerla) y se lanzará con el hombre de porte invisible de aspecto desconocido y por ende intrigante y laberintico.
Terminando al fin el capítulo 50 de su libro el tren finalmente llega a destino: Skumelc
"

Y es ahí cuando Alipio Sinfin se siente mareado porque, no sabe como, a visto el final de la historia y quiere volver para escribirla y comienza a acelerar el paso. La ve a la personaje respirando la nueva ciudad con los ojos grices humedos, con la boca seca y el corazon galopante que quiere salir y abrazar al 1er hombre que se llame Marcos. Y es ahi cuando lo ve, sus ojos desdibujan y pixelan el fondo de la pantalla y velan las fotos previas. Nada existe, el tiempo se detiene y aparece Marcos, imponente, como despegandose debajo de la sombra del anden"
Alipio Sinfin con la tipica sudoracion tras la orejas corre a rescatar su final del cuento y ver que lo que pasa en su texto será lo mismo que pasa por su mente ahora: que finalmente su personaje se abraza al cuerpo del hombre de porte anclado, temblorosa en sus miembros y en su sexo porque deja así detras su vida pasada, porque es un abrazo mas bien simbólico, sin mucho de sentimientos personales (como a Alipio le gusta creer), y el beso que viene luego destartala la conducta de Alipio. Y cuando está pensando esto último Alipio da dos o tres zancadas deformes entrando al jardin por detrás y por alguna razon que no quiere entender se le escapa una lagrima antes de caer.
Un vecino que pasa tímidamente y mira porque-si el jardin y lo encuentra al escritor en la fase temprana de una muerte lenta, tirado boca-abajo, con el nombre del personaje entre los dientes. Minutos mas tarde termina su vida en un policlínico cercano de la forma en que mueren los escritores: en coma o, lo que es peor, en un punto.