sábado, 12 de julio de 2008

el cuerpo en desuso de julio

Julio, por alguna razón, había perdido su cuerpo.
No es que este se desplazara por la calle sin mas peso que el de su cabeza, o que pasara por transparente la piel que revestía su ser: metafóricamente hablando no tenia cuerpo; con todo lo que esto, lastimosamente, significa.
Empezó (cree él, esto es subjetivo, quizás empezó antes y es ahora cuando se da cuenta) cuando una mañana como cualquier mañana se sirvió su café rutinario con su leche rutinaria y al sostenerlo entre sus dedos no sintió ese calorcito que nos transmite el desayuno, tampoco olió el suave olor de la cafeína a 90 grados centígrados, ni su colonia nueva en la camisa, no percibía el golpeteo de la ducha sobre la espalda, ni la plenitud que le daba hacerle el desayuno a los pibes.
Fue ahí cuando, repasando viejas paginas, recuerda que el libro de Orwell que estaba leyendo no tenia esa mezcla que con su olor de vieja madera rancia le ponía al texto un backstage atractivo, que los personajes de la Metamorfosis habían perdido su odio, que la Alicia de Carrol se desvanecía entre su inocencia y sus gatos locos. Había perdido la imaginación y el humor, cosas íntimamente relacionadas con el alma del cuerpo, había sentido una vez la necesidad de sentir, de tocar, de permitir que algo lo mojara. Esto todo era mas que una simple y medicamentosa anestesia, era un proceso de putrefacción de adentro hacia afuera, una lobectomía de todos los cerebros y todos los receptores y todas las pieles que lo dejaron, como supo notar al final: sin cuerpo.
Artilugios matematicometafisicos supieron suponer mecanismos y causas y desencadenantes de lo que ahora le pasaba: Culpa a la política y su corrupción que le negaron el dinero y las ganas de hacer fila para que alguien lo viera, al gobierno que le impide la llegada a la salud, que le roba la comida, que lo educa de esta manera para no sentir nada, que lo anestesia con la TV, libros y revistas; culpa a la prensa que lo maneja como quiere que le pone distractores efímeros y banales, culpa al teatro por su ausencia, por las fichas del ajedrez a las que imita, culpa a la música estricta y estereotipada, inbailable y desgastada, culpa al alcohol y las drogas que supo consumir, a la rutina y al olvido, al trabajo sus pastillas y sus esclavos, al carnicero de léxicos gritones y clónicos; hecha la culpa a su madre ya olvidada, a su crianza en la calle Areguitos, a las patadas al fútbol mal cosido.
Remueve la mierda y recuerda que dejó de sentir en el mismísimo día en que se bajó del 10 y no encontró a Carina Mariana sentada como habían quedado 6 meses atrás: mal signo de soledad y deslealtad que ella le propiciaba de manera apacible, sin siquiera mandarle una carta o un mensajito ni nada. Ella desaparece y el empieza de a poco a morir.
Y es acá cuando todas las excusas se desarman y se revierten, y se arman y se hinchan y desgranan y pulverizan y pasan a un segundo, tal vez tercer, plano. Piensa que desde entonces no siente el olor calmo que antecede al diluvio, ni sabe a salado su sudor de mediasnoches, no revive su sexo, ni su boca pasa de los dichos, ni sus manos llegan a los hechos; recuerda con lastimosa nostalgia el tiempo que hace que no corre, que ha olvidado oler la sopa, prender la radio o masturbarse, olvidó también mojase la cara, lavarse los dientes, sentir la contracción tetànica en su cara cuando ríe demasiado.
Esto no es la muerte, piensa, es peor: una caída lenta a un orificio negro con plena conciencia y sin dolor ni últimas palabras, sin nadie que nos llore ni que lamente la pérdida, sin un luto como la gente, sin cumpleaños inolvidables ni finalmente olvidados.
Sabe que no esta muerto y esto le incomoda aún mas: el saber que la solución es inalcanzable porque no puede imaginar a Carina Mariana separada de ese hombre de facies despulidas que la recibió hace tanto en el andén y que luego le mandó una carta rubricándola como "marcos". Piensa, con la liturgia de prender un cigarrillo, que esta cometiendo tal vez los mismos errores que Reinaldo dejándola ir por donde no debía; piensa que tal vez no debería haberse metido él como el personaje de esta historia ni mucho menos dejarse describir por un tal Alipio.
La inmensidad de las letras lo aplasta y lo absorbe, lo deja desabastecido y lento como un cuento que, verdaderamente, tiene el final en el principio.

domingo, 6 de julio de 2008

el folclore que extrañare (mos)

Que cada uno se turne con el otro para ir una vez a tu casa, una
vez a la mía, una a la tuya una a la mía;
que el que viene traiga las
tortitas/galletas;
que antes de empezar preguntemos como estas y
cerciorarnos de que todos estamos de ánimo par
a empezar con esto;
que si
quedò algo del otro
día para sacarnos las dudas;
el preguntar ¿desayunaste?;
el leer el tema
y mientras tanto cebar el mate el uno al otro
alternativamente, haciendo
notar que el mate esta servido para que tu compañero
no se cuelgue y se lo
termine tomando frío;
el hecho de sacar la pedagogía o
las ganas de
buscar la información que tu compañero no entiende;
el ir
repasando
mientras el otro cocina;
darse aguante en la siesta;
reírse de
la
nada ya al anochecer, cuando has leído todo el día;
calmar y ser calmado
en algún ataque de histeria;
el recomendar mnemotecnias;
ponerse
contento cuando el otro aprueba bien el examen sin importar el tuyo.
Todo
esto, que forma parte del folclore estudiantil, lo perderemos algún día; y
yo ya
lo estoy extrañando andà-a-saber-por-qué.
Algún andinista me dijo
que: "los
amigos del llano se pierden a los 5000 metros de altura, los
amigos de los 5000
metros nunca se pierden en el llano"
.espero.